¿¿Ha venido? ¿No, mamá, aún no ha venido. ¿Desearía que todo hubiera acabado. Pensar en ello me inquieta y al mismo tiempo me provoca cierta emoción. Bella, acércame un cojín para la espalda. La malhumorada señora Coventry se acomodó en un sillón con un suspiro que denotaba nerviosismo y cierto aire de mártir, mientras su hermosa hija revoloteaba a su lado con afectuosa solicitud. ¿¿De quién están hablando, Lucía? ¿preguntó el joven lánguido que permanecía cerca de su prima repantigado en otro sillón. Ésta se inclinó sobre su obra de tapicería con una amable sonrisa esbozada en su rostro, que, por lo general, se mostraba altivo. ¿De la nueva institutriz, la señorita Muir. ¿Qué quieres que te cuente sobre ella? ¿Nada, gracias. Siento una gran aversión por todas esas mujeres. A veces doy gracias a Dios por tener sólo una hermana, de que ella sea la madre de un niño mimado y de haberme librado durante tanto tiempo de la tortura de tener una institutriz. ¿¿Y ahora cómo lo soportarás? ¿quiso saber Lucía. ¿Ausentándome mientras ella esté en casa. ¿No, no lo harás. Eres demasiado indolente para eso, Gerald ¿ interrumpió un hombre más joven y energético que jugueteaba con sus perros desde el descansillo.
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