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En el 2011, Os viajó por primera vez fuera de Venezuela, su destino fue Cuba y aquella vez iba acompañada y en plan de mochilera. Ese viaje sería el disparador de lo que ahora es uno de sus objetivos permanentes, viajar; y con él observar y documentar cada una de sus experiencias. Años después, Os recorrería varios países de Suramérica, esta vez a solas con Mandarina, pero con muchas ganas de derribar prejuicios y, sobre todo, sus propios miedos.En este libro la autora comparte fragmentos de sus cuadernos de viajes, y describe de forma íntima y personal, sus travesías por Suramérica y Cuba.Nos…mehr

Produktbeschreibung
En el 2011, Os viajó por primera vez fuera de Venezuela, su destino fue Cuba y aquella vez iba acompañada y en plan de mochilera. Ese viaje sería el disparador de lo que ahora es uno de sus objetivos permanentes, viajar; y con él observar y documentar cada una de sus experiencias. Años después, Os recorrería varios países de Suramérica, esta vez a solas con Mandarina, pero con muchas ganas de derribar prejuicios y, sobre todo, sus propios miedos.En este libro la autora comparte fragmentos de sus cuadernos de viajes, y describe de forma íntima y personal, sus travesías por Suramérica y Cuba.Nos cuenta su gran amor por los mercados y la gastronomía suramericana. Narra las experiencias vividas en el oriente ecuatoriano, la vez que comió mukinis (gusano de palma) y tomó su bebida ancestral, la ayahuasca. También relata la diversidad de nuestros pueblos, y sobre todo le da un especial protagonismo a la gente que la recibió y la acunó en sus viajes en solitario.En Diarios Mandarina descubrirás gente y lugares hermosos, pero también descubrirás a la Os de ropa colorida, que canta, llora y ama. Vamos a leer estas líneas como una búsqueda de fuga, como quien huye de la cotidianidad, de la soledad o de una pérdida.
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Autorenporträt
No hablo mandarín, tampoco conozco China. Mi gran sueño es que mi próximo viaje largo sea a algún lugar del continente asiático. Mandarina es el nombre de mi mochila, y esa es la única razón por la que decidí titular este libro así: Diarios Mandarina. Pensarán que mi fruta preferida es la mandarina, pero no. Tampoco el naranja es mi color favorito. El chiste es que cuando mi mamá me regaló esa mochila-que vi enorme para mis brazos escuálidos-, me detuve un rato y dije en voz alta: es del color de una mandarina. Y así se quedó. Mandarina significa para mí la aceptación de mi mamá de este estilo de vida que elegí hace unos años y también es una metáfora de la transición de la Os de valijas pesadas y tacos por esta de eternas zapatillas y mochilas al hombro. Cada vez que veo a Mandarina, veo el sueño de seguir camino con apenas lo necesario; par de abrigos, algunos libros y no más de cinco cambios de ropa. Si me pesa mucho, me reto, me digo que estoy siendo excesiva y cuando peco de necia y la lleno hasta quebrarme la espalda a los 200 metros de caminata, acabo por ir dejando objetos, pantalones y zapatos en las casas que se convierten en hogares transitorios. Mandarina siempre está para enseñarme a soltar, para repetir la lección de la simplicidad; digamos que se ha convertido en una extensión de mis pensamientos, inseguridades y anhelos, es como un baúl de tesoros mientras voy sobre la ruta. En Mandarina me apoyé mientras llenaba cuadernos, recostada en ella también esperé mientras un auto se detenía para llevarme a un próximo destino. En la compañía de Mandarina escribí varios de los relatos que dan forma a estas páginas. Como periodista reconozco que este no es en exactitud un libro de crónicas, es un testimonio de los más lindos momentos durante estos seis años de mi vida. Experiencias que me hicieron crecer y me ayudaron a cultivar la curiosidad por el mundo y la realidad que me rodea. Siempre me gustó más el periodismo de calle, ese que da la palabra a la gente local antes que al funcionario de turno. Estas páginas son un retrato de ese interés y de otro que nació mucho antes del periodismo, de buses y Mandarina: la poesía. Esa capacidad de reconstruir nuestro mundo desde el amor, la tristeza y la nostalgia por las cosas y personas que, en su momento, amamos. Estas memorias son ese intento de narrar el mundo que observé mientras viajaba y de hacerlo desde mi yo más auténtico, sin tanta estructura ni encantamientos lingüísticos. Ojalá llegues a la última página, ojalá llores conmigo en la Laguna Colorada o te rías de mis intentos frustrados por ser la más valiente en compañía de los shuars en la selva ecuatoriana. Ojalá el viaje siempre esté de nuestro lado.