Si hubiera de identificársele una paternidad intelectual a Wilhelm Dilthey ésta podría resumirse en una sola palabra cuya potencia es mayúscula y cuya necesidad contemporánea imperiosa: la comprensión. Para Dilthey la comprensión es la habilidad de revivir en la interioridad propia la vivencia ajena. Comprender es entender, alcanzar, penetrar, encontrar justificados o naturales los actos o los sentimientos de otro, pero sin la necesidad de una explicación causal que muestre cómo las condiciones externas e internas llevaron necesariamente a una acción, a una pasión o a una figuración representativa. Comprender es, más bien, estacionar en el alma propia los sentimientos, la libre voluntad, los imperativos, las circunstancias, las representaciones, las motivaciones, la historia, en fin, todo aquello que, cual un collage vital de sensaciones, hace bajar la cabeza, tomar la mano, situarse junto al otro, hacer una el alma propia con la ajena y saber, sin tantas razones, por qué se obró de tal manera. Pero Dilthey va más allá y quiere elevar la comprensión a una metodología para las ciencias del espíritu.