Jamás se había fugado un interno del Hospital Siquiátrico Magallanes. Éste era un vestuto satélite artificial, construido en el siglo anterior, cuando las potentes emanaciones radioactivas de la Tierra a consecuencia de los vestigios dejados por la sublevación de las colonias, y que posteriormente, pasado el peligro y su utilidad primitiva, se convirtió en un manicomio. Una cárcel perfecta para enfermos mentales. Incluso había jardines artificiales, salas de recreo, cinematógrafo en relieve, campo de deportes y ¡celdas acolchadas para enajenados peligrosos! Allí vivían unos dos mil hombres, y podían deambular por una superficie de gravedad artificial superior a los doce kilómetros. La forma externa del manicomio era muy característica para los navegantes del espacio: una gran esfera de plancha antimeteórica reforzada y muchos tubos a modo de tentáculo, que se extendían hacia todos los puntos del hemisferio celeste. Unos eran pasillos de acceso, otros generadores de energía solar y atómica, talleres, torretas de vigilancia astronómica, donde no vigilaba nadie, y compartimientos para entrada y salida de naves espaciales.
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