La cultura occidental asigna a la sombra significados negativos. No se trata de una apreciación científica o artística. Hay innumerables referencias a la sombra en la literatura, en el cine, en las religiones, en el lenguaje, etc.- que relacionan la sombra con lo angustioso, lo perverso, lo pecaminoso. Son muy escasas las acepciones contrarias. Pero conocemos los efectos materiales de la sombra, a veces mágicos. Al hablar de arquitectura los arquitectos nos referimos casi exclusivamente a la luz la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes ensamblados bajo la luz -, evitando asociar el objeto de nuestra profesión a la sombra, es decir a lo nefasto, al mal, a la muerte. Quizás porque en la firmitas de los edificios está nuestra voluntad de hacerlos permanecer, de negar la muerte y expresar la vida, que está asociada a la luz en nuestra cultura. La concepción contemporánea de la materia que moldeamos con la arquitectura es la de una específica manifestación del tiempo entrelazada con el espacio, una epifanía cuya percepción crea una ilusión prosopopéyica por el discurrir de la sombra.