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Estaba Gabino en la cocina, nervioso, tenso y pensativo, con el matamoscas en la mano. Andaban alocadas y agresivas las moscas por el tremendo bochorno y la proximidad de un fuerte diluvio. Se sentía Gabino como atrapado. Se imaginaba que Gertrudis, su amante, al igual que Antonia, fiel amiga de Victoria, siendo ésta su pretendiente a ojos de todos, estarían en la recepción que daban los padres de Victoria y que, inexorablemente, se encontraría él con Gertrudis en presencia de aquélla. Hacía días que no conseguía el sueño e intentaba rehuir de la trampa involuntaria en que había caído. Pero no…mehr

Produktbeschreibung
Estaba Gabino en la cocina, nervioso, tenso y pensativo, con el matamoscas en la mano. Andaban alocadas y agresivas las moscas por el tremendo bochorno y la proximidad de un fuerte diluvio. Se sentía Gabino como atrapado. Se imaginaba que Gertrudis, su amante, al igual que Antonia, fiel amiga de Victoria, siendo ésta su pretendiente a ojos de todos, estarían en la recepción que daban los padres de Victoria y que, inexorablemente, se encontraría él con Gertrudis en presencia de aquélla. Hacía días que no conseguía el sueño e intentaba rehuir de la trampa involuntaria en que había caído. Pero no encontraba la salida. Se había inventado un sinfín de estratagemas y ardides pero era como si la hiedra le cubriera el cuerpo, paralizándole el alma. Observaba Gabino las moscas y a medida que iba matándolas, hilvanaba y planeaba trazas para salirse de esa ratonera. Se había percatado de que tras entrar veloz y acuciosamente por la ventana de la cocina, revoloteaban las moscas de forma descontrolada y agitadísima hasta calmarse y ponerse en lugares bien definidos: la encimera, el piso, la puerta y las ventanas. Solo era esperar y dar un golpe fatal e infalible. Así tenía que actuar para salirse de ese mal paso que amenazaba con hacerse vinagre o peor aún miel. En este caso, sería él la mosca a quien matarían de buen seguro, fuese de vergüenza o de deshonra, al igual que mueren asfixiadas las moscas, solas y apartadas. El qué dirán lo destriparía en un dos por tres y sería la carne de cañón del vecindario. Hasta el último momento, pensó pretextar cualquier excusa ante Victoria para no asistir a la fiesta pero tanto insistía ella que difícilmente encontraba la buena respuesta. Incluso logró dudar ella de su amor y se lo dijo ella a la luz del sol, con el corazón en la mano, sin tapujos y con una libertad de palabra que no soportó su orgullo de macho herido. De tal forma que decidió pues Gabino renunciar a todos sus planes y lidiar con el destino. Iría a la fiesta contando tan solo con su buena estrella.
Autorenporträt
Alberto López Sanjurjo ha publicado y traducido varios libros - novelas, relatos, cuentos para niños - entre ellos, Enrique Humvol, Tomo I, El Estuario; Enrique Humvol, Tomo II, Las chinas preciosas; Los Altos Bojes, Tomo I y II, Margarita, cuentos de juventud; Xiloé la joven estrella, edición bilingüe. Para mayor información: www.alberto-lopez-sanjurjo.webnode.es