Sentir y participar en y para la democracia es una actitud que se genera, se fuerza y se moldea desde la edad más temprana. La calidad de la democracia mejora en tanto y en cuanto los ciudadanos se adueñen de ella desde lo más profundo de su ser, pero esta actitud democrática no nace con uno. No es esperable que una sociedad democrática se fortalezca y se perpetúe sin una ciudadanía que ejercite sus virtudes cívica y esto requiere que la igualdad de oportunidades para participar se encuentren aseguradas y que exista el interés y la preocupación del ciudadano. Y para ello se hace necesario la educación para la participación.