Los antibióticos, cuando se mezclan con el forraje, favorecen el aumento de peso de los animales destinados a la alimentación y también pueden tener un efecto similar en los seres humanos. Los antibióticos no se degradan fácilmente y pueden aparecer en el agua potable y en diferentes verduras, carne animal, etc. El concepto del posible efecto global de la contaminación/consumo de antibióticos como efecto inadvertido en los humanos promoviendo el crecimiento y la obesidad se planteó por primera vez en 2005. La aparición paralela de pandemias no infecciosas podría plantear la posibilidad de un origen común. Se sospechó que este origen común podría ser la alteración de la flora intestinal como efecto inadvertido del consumo/polución de antibióticos. Se compararon grandes bases de datos de cifras de obesidad y consumo de antibióticos y se descubrió que la obesidad infantil está significativamente asociada al consumo de antibióticos de amplio espectro, en particular macrólidos. No se observó una asociación similar en adultos. Este hallazgo indica que el consumo de antibióticos de amplio espectro, al alterar la flora intestinal, puede contribuir en gran medida a la pandemia de obesidad y a la diabetes de tipo 2 relacionada con ella, así como al autismo, donde la obesidad y la alteración de la flora intestinal están bien documentadas.
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