A menudo se considera que el cambio climático es algo que ocurre en la atmósfera. Al fin y al cabo, cuando las plantas hacen la fotosíntesis, extraen carbono de la atmósfera. Pero el carbono atmosférico también afecta al suelo, porque el carbono que no se utiliza para el crecimiento de las plantas sobre el suelo se distribuye a través de las raíces de las plantas, que depositan carbono en el suelo. Si no se altera, este carbono puede estabilizarse y permanecer encerrado durante miles de años. Así pues, unos suelos sanos pueden mitigar el cambio climático. Cuando se trata de almacenar carbono, no todos los suelos son iguales. Los suelos más ricos en carbono son las turberas, que se encuentran sobre todo en el norte de Europa, el Reino Unido e Irlanda. Los pastizales también almacenan mucho carbono por hectárea. En cambio, el suelo de las zonas cálidas y secas del sur de Europa contiene menos carbono. En algunas partes de Europa, el aumento de las temperaturas puede provocar un mayor crecimiento de la vegetación y más carbono almacenado en el suelo. Sin embargo, las temperaturas más altas también podrían aumentar la descomposición y mineralización de la materia orgánica del suelo, reduciendo el contenido de carbono orgánico. En otras zonas, la materia orgánica que contiene carbono en las turberas estables no puede descomponerse debido a los bajos niveles de oxígeno en el agua.
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