Los Niños del Alimento siguieron creciendo ininterrumpidamente durante todos aquellos años; fue el mayor acontecimiento de la época. Pero son las filtraciones lo que hace historia. Los niños que lo habían comido crecieron, pero pronto hubo otros niños creciendo asimismo; y las mejores intenciones del mundo no pudieron evitar más filtraciones en lo sucesivo. El Alimento insistía en escaparse con la pertinacia de un ser viviente. La harina tratada con aquel producto se deshacía, en tiempo seco y casi como si fuera intencionadamente, en un polvo impalpable que volaba ante la brisa más tenue. A veces un nuevo insecto se abría camino hacia un nuevo desarrollo, transitorio y fatal; otras veces era una nueva irrupción de grandes ratas desde las cloacas y de otras sabandijas del mismo estilo. Durante unos días el pueblo de Pangbourne, en Berkshire, luchó contra hormigas gigantes. Tres hombres fueron mordidos y fallecieron. Hubo pánico, hubo luchas y la calamidad resultante que ser combatida nuevamente, dejando siempre algo detrás, en las cosas más oscuras de la vida, completamente cambiado. Luego, otra vez, una nueva irrupción aguda y terrorífica, una rápida hipertrofia de monstruosos matorrales, una diseminación, a la deriva por todo el mundo, de unos cardos que crecían desorbitadamente, de cucarachas contra las que los hombres luchaban con escopetas o una plaga de enormes moscas.
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