El amor conyugal, que es la mayor de las amistades según Santo Tomás de Aquino, es el amor de benevolencia, el amor de ágape, donde el bien de mi cónyuge me interesa tanto como mi propio bien, es donación personal y total, exclusiva, excluyente, irrevocable, es elemento de la esencia del consentimiento matrimonial, se identifica con éste, es también su objeto. Sin el amor conyugal, que no es simple enamoramiento sino un acto de voluntad, no hay verdadero consentimiento matrimonial. Porque ¿puede alguien querer celebrar el consorcio de toda la vida, la comunidad de vida y amor que es el matrimonio, con sus exigencias de fidelidad, indisolubilidad, entrega y donación total, si no ama a esa persona? Pienso que no se puede consentir en el matrimonio sin amor. Y como el consentimiento es la causa eficiente del matrimonio, sin amor no hay matrimonio porque no hay consentimiento. No nace el matrimonio como sacramento ni como contrato. En este libro se presentan distintas posiciones doctrinarias y jurisprudenciales canónicas, a favor de considerar el matrimonio como elemento esencial del consentimiento, o negándole relevancia jurídica por considerarse al amor elemento metajuríco.