Con la proposición de la autonomía de lo urbano frente a esa cosa que se dice ciudad, Lefebvre (1976) y Nancy (2013) nos orientan hacia un proyecto de sociedad urbana. Se requiere edificar un espacio como monumental cuya fuerza demande su vaciado para los reconocimientos de propios (ciudadanos) y extraños (foráneos) con el fin de garantizar los intercambios de todo elemento visible e invisible en el universo-mundo, urbi et orbi. El derecho social sella dicha garantía. Si la ciudad no contiene ese derecho en su espaciamiento significante no es urbana. Es lo que se demuestra con el análisis de la ciudad de Caracas: sin aceras adecuadas para disfrutar el pasear, con un ambiente embasurado que impide sentir la cultura civilizada, con una autoridad permisiva ajena a mantener un orden de confianza, sin protección institucional frente a una inseguridad mafiosa que deja en el desamparo a la ciudad. Ocurre en la ciencia que el negativo (como el error) permite ver mejor los detalles de lo que se debe saber, en este caso la urbanología, para indicar lo desorientada que está una aglomeración de gente con relación al bienestar que pretende alcanzar.