Para los estudiantes existen dos mundos: el escolar y el virtual. En el primero, ellos viven la apatía, el rechazo, la pereza, el poco rendimiento, al tener que leer y escribir. El segundo, antagónico, sin espacio para perder una oportunidad para su acceso, con toda la concentración e interés, donde se estiman sus propias valoraciones prácticas por interpretar y ser interpretado. Cómo escriben los estudiantes al usar los dispositivos informáticos?, ¿Cómo leen los estudiantes al usar los redes sociales?, respuestas talantes para transformar el ejercicio lectoescritor. Todo el tiempo que dedican los estudiantes a recibir y a enviar infinitas búsquedas, se pueden reorientar al desarrollo de habilidades de carácter lógico, simbólico directamente relacionadas con el entorno en el cual están inmersos, los inducen a ser competentes dentro de su complejo universo, pero donde se sientan muy a gusto a devorar libros, textos, guías, enlaces a intercambiarlos con los amigos de la red, a realizar comentarios sobre los mismos, a cambiarles inicios y finales, es decir actividades metodológicas que no los saquen de su comodidad virtual.