...Es evidente que, en su obra, Horacio Pérez del Cerro no elige la sencillez, mucho menos ese «estilo fluido» que tanto despreciaba Baudelaire (otro «amigo de la casa»). Incluso sus poemas aparentemente más sencillos tienen otro signo, otro cariz: la puesta en marcha de un lenguaje incipiente que intenta rescatar la plenitud del lenguaje en tanto facultad perdida. Queda claro que no hablo de la complejidad de su sintaxis, de la violencia que ejerce sobre las palabras, de las imágenes abruptas y hasta chocantes que utiliza, de las continuas elipsis y los símbolos oscuros, sino de algo más profundo: el deseo de arraigarnos en un lenguaje que empieza por ser el desarraigo mismo del lenguaje. Así, su idea sobre la manera de decir como clave del poema cobra un sentido más complejo: ya no se trata de una voluntad de estilo, sino de la voluntad de hacer estallar cualquier estilo... Flavio Crescenzi Buenos Aires, marzo de 2018