San Gregorio Magno nos dice que más hombres son atraídos hacia el Cielo por la fuerza del ejemplo que por los efectos de los argumentos. Si esto es cierto con respecto a la humanidad en general, lo es especialmente con respecto al niño. El niño se forma con el ejemplo. Las verdades de fe aprendidas en el Catecismo son en su mayor parte ininteligibles para él. Necesita que se las esbocen como en un cuadro antes de poder asimilar su significado. A los niños les encantan los cuentos, y no tardan en captar la moraleja que éstos pretenden transmitir. Si estas historias son realistas y están al alcance de su propia práctica, intentan imitar lo que se cuenta en ellas. La larga experiencia y el ejemplo de grandes y santos hombres, que en esto, como en otras cosas, han seguido el ejemplo del mismo Santísimo Señor, han convencido al autor de este libro de la necesidad de poner de relieve, por medio de ejemplos, las verdades contenidas en el Catecismo. Esto fue lo que le indujo a emprender esta obra. Cada ejemplo ha sido cuidadosamente escogido para traer a la mente del niño alguna de las grandes verdades de nuestra santa Fe, y fijarla allí. Cada línea de su libro ha sido escrita con escrupuloso cuidado y en el lenguaje más sencillo, para que la religión resulte atractiva y para que el niño vea que está en su mano hacer mucho por Dios de una manera humilde. Es consciente de muchos defectos en su obra sin pretensiones; pero espera que el resultado de sus momentos de ocio, arrebatados a la continua agitación de una laboriosa vida misionera, no esté exento de frutos. Sólo tenía en vista un fin: la mayor gloria de Dios y la santificación de las almas. Si la lectura de esta pequeña obra hace que un solo niño sea más santo, o que ame más fervientemente a nuestro amado Señor, considerará que no ha trabajado en vano.
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