Contrariamente a lo que podría pensarse, la ley de 1905 mantuvo algunos privilegios en favor del clero: por ejemplo, el frente estaba reservado a los menores de 30 años, los hombres de entre 30 y 40 años eran destinados como camilleros, conductores de ambulancias y enfermeros cerca de las líneas, y los de entre 40 y 45 años debían ayudar a cuidar a los heridos en los hospitales. Estas ventajas desaparecieron y la igualdad entre todos los franceses quedó garantizada por una enmienda parlamentaria conocida como la enmienda Sixte QUENIN (31 de enero de 1917). El clero de las diócesis de SAVOIE respetó naturalmente esta legislación y, a partir de 1914, numerosos sacerdotes, seminaristas, profesores y religiosos acudieron a las zonas de combate, tanto si habían sido llamados como si se habían presentado voluntarios. Todos ellos dieron muestras de un valor y una abnegación ejemplares; algunos fueron verdaderos héroes y se les reconoció oficialmente como tales. Siempre patrióticos y combativos, los miembros del clero saboyano no perdieron su fe ni su vocación sacerdotal, supieron ayudar y consolar a los que sufrían; rezar y celebrar oficios. En palabras de Monseigneur de BAZELAIRE de RUPIERRE, eran "sacerdotes ante todo".
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