Al hombre no se le quita el dominio sobre la Tierra. Sólo una fuerza natural e inteligible puede actuar sobre él, haciéndole actuar por instinto, como ya hacen otras formas de vida. El discurso que se encuentra en este libro no se basa en una supuesta igualdad entre el hombre y los demás animales. No puede entenderse aquí que sea posible instituir jurídica y racionalmente derechos para un ser irracional. Porque incluso cuando el hombre acepta a otros seres vivos como sujetos de derechos, está siendo superior, porque es un ser capaz de decidir quién tiene derechos. Pero no hay que confundir "no tener derechos" con "ser esclavo". La esclavitud es antagónica a la racionalidad. Su práctica, ya sea contra hombres o contra entidades despersonalizadas, sólo exterioriza la bestialidad. Los sujetos se igualan o se invierten. La investigación está en consonancia con la idea de un "Creador Supremo". Porque atribuir libertad es decir: "¡Te ganarás el pan con el sudor de tu frente!". El soliloquio conduce a una abstracción: "No te daré nada, pero tampoco te exigiré nada: ése es tu libre albedrío. Adelante, dominad la Tierra y a las demás criaturas que la habitan, ¡pero no perdáis vuestra racionalidad!".
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