Los mundos indígena-mestizos del sur de América, muestran sensibilidades abiertas a relaciones matrízticas (H. Maturana), conformadoras de auténtica comunidad. Estos aspectos saltan lo estrictamente particular y promueven enlaces simbólicos entre la vivencia humana y cada uno de los seres y elementos del entorno. En este marco, el libro analiza los siguientes rasgos culturales a partir de quince testimonios de representantes/ascendientes aymara y mapuche: la confianza como experiencia grupal, la imagen de la tierra como fuerza viviente, el encuentro protector con cada uno de los seres y elementos que la constituyen, la comunidad en permanente enlace ritual con los espíritus tutelares y con la diversidad de elementos que coexisten. En segundo lugar, demuestra cómo las significaciones sociales comentadas en el punto anterior se corresponden con estructuras lingüísticas que potencian las relaciones de integración entre hablante y contexto referido. Se concluye que ambos aspectos delanálisis dan fundamento al mundo cotidiano de sus habitantes, a los espacios donde se congregan y a los tiempos que relacionan sus vivencias históricas con el fin de construir el bienestar colectivo.