- A veces, se extraña tanto que duele, pensaba Margarita, observando el lila de los paraísos. Desde su ventana en un segundo piso en la avenida Flores, veía pasar tantos seres desconocidos y no podía entender como nadie se percataba; ni siquiera uno pudiera ser, fuera capaz de intuir por lo que ella estaba pasando. Se imaginó en algún momento, abriendo la ventana y gritando: -¿¡insensibles!¿ Pero, ¿cómo podían adivinar? Solo la detenía la certeza de que, de la misma manera, a ella la verían igual de impasible hacia los problemas de los demás. Pero no siempre fue así.
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