Las personas que actúan por sus caprichos y deseos de poder y que buscan realizar sus aspiraciones personales y colectivas a través de diversas organizaciones nunca pueden ser llamadas criminales políticos. Pero las personas que defienden el idealismo y el reformismo de su tiempo e incluso sacrifican sus vidas y sus bienes en nombre de sus ideales nacionales y reformistas pueden ser llamadas criminales políticos, aunque este nombre no los merezca. Los delincuentes políticos siempre se oponen al sistema de gobierno, no al pueblo y a las comunidades del pueblo, y se enfrentan constantemente a la difusión de su cultura y del pensamiento moderno, y siempre son idealistas y reformistas, no subversivos y tumultuosos. Ahora, con estas interpretaciones, le toca juzgar a su sentido común.
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