Este libro aborda el fallido nacionalismo kurdo entre el año 1850 y 1930. El autor habla de las diversas dificultades a las que se enfrentaron los kurdos, sobre todo por el hecho de que el Kurdistán fue ocupado por los imperios otomano y persa, seguidos por la llegada del Imperio Británico, Francia y los rusos a Oriente Medio en general, y al Kurdistán en particular. Estas potencias tomaron gran parte del Kurdistán y lo unieron a Turquía, Irak, Siria e Irán. Estos pasos se dieron en el tratado de Lausana de 1923, aunque el derecho a establecer un estado kurdo independiente fue reconocido por el tratado de Sevres de 1920. Sin embargo, debido a la dispersión del nacionalismo kurdo por un lado, y a la influencia de estos ocupantes extranjeros en la región, los kurdos no establecieron un Estado-nación independiente. Curiosamente, los kurdos demostraron su origen en la región con su cultura, lengua y geografía distintivas, pero en cuanto a su identidad nacionalista, es imperativo preguntarse si el nacionalismo kurdo fue capaz de convertirse en una definición cohesionada para introducir a los kurdos en el marco de un Estado independiente. Si no es así, ¿qué ha fallado en el nacionalismo kurdo?
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