En su libro titulado Principe de diplomatie, Alain PLANTEY afirma que: "La diplomacia suele considerarse un arte sutil y aleatorio, que combina habilidad, disimulo y táctica. Recurre a las cualidades de imaginación, observación y destreza de quienes la practican, por lo que no puede reducirse al cumplimiento de reglas teóricas, a la adición de información o a la aplicación de consideraciones jurídicas. También incluye una gran proporción de recetas y costumbres establecidas por la experiencia, métodos y convenciones, cuyo cumplimiento influye en las posibilidades de éxito. Esto explica los tipos de comportamiento, elocución, disciplina e incluso razonamiento adoptados generalmente por los Diplomáticos y que constituyen una especie de código internacional de la profesión". Sin embargo, con los cambios de paradigma a los que se enfrentó la bilateralidad estatal desde el final de la Primera Guerra Mundial, la visión de PLANTEY había quedado obsoleta. La función diplomática ha cambiado a lo largo de los tiempos. Hoy en día, la diplomacia moderna se basa en una combinación de apertura a la opinión pública, ampliación de la esfera de influencia del Estado y creación de un entorno diplomático más eficaz.
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