La empatía con el discurso de oposición política no obedece a una condición de la voluntad como pudiera pensarse, antes bien, es tan sólo el resultado necesario de un entramado complejo de dispositivos y circunstancias que complejizan el sujeto político.El poder, el cuerpo y el discurso son esos elementos claves que subyacen a esa mecánica de la oposición política en procura de adiestrar al sujeto ingenuo y acrítico necesario para engrosar un colectivo contradictor, beligerante y en perpetuidad. Un poder que acontece en tanto otorgado y percibido por el ajeno dentro de una relación reciproca y divergente. Un cuerpo que se corporeiza como consecuencia de un andamiaje social en devenir de constante mutabilidad, pero conforme a la realidad que lo suscite. Un discurso intencional y sofista en búsqueda de la conformación de la masa social homogeneizada que asimile dicha retórica como paradigma. Toda una permanente dinámica de instrucción para que el ciudadano común, ingenuo y sin proceder dialéctico de lo cotidiano termine convirtiéndose en un opositor acérrimo, violento y beligerante que, a su vez, fortalezca un modo de nación polarizada, rivalizante y de constante amenaza social.
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