Las circunstancias que se presentan en nuestra vida cotidiana nos colocan a menudo en la posición del avestruz que, ante el peligro, prefiere enterrar la cabeza en la tierra antes que enfrentarse a él. En esta línea, es frecuente escuchar a muchos ciudadanos (incluso a académicos más ilustrados) decir: "No me gusta la política, por eso no opinan. Parece que tienen razón, pero eso no es todo. Esta es la posición sobre la que queremos reflexionar. El país necesita cuadros, ciudadanos formados, con conocimientos sólidos y maduros, capaces de hacer frente a las amenazas y desafíos externos, especialmente de los países más desarrollados (no hombres vulnerables que se rinden en la confrontación con las ideologías de las grandes potencias mundiales). Esta actitud no nos libra de los ataques políticos externos, cuyos jefes quieren dominar el espacio: los Estados. Lo ideal es evitar el neocolonialismo, es decir, estar dispuestos a afrontarlo, a mirar los hechos con objetividad, es decir, a estar a la altura de las circunstancias. Cuando alguien dice que no le gusta la política, inconscientemente ya está haciendo política, porque lo que quiere es encontrar gente de su estilo que apoye sus opiniones.
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