Los mundos han sido supervisados desde tiempos inmemorables por inteligencias superiores. La responsabilidad de conservarlos ha recaído en especies más aptas e inteligentes, centinelas, guardianes, creados en el transcurrir de la evolución. La descomposición de la raza humana alertó a las fuerzas encargadas de supervisar este equilibrio. El peligro de alterar la configuración y la estabilidad compensatoria del universo; las estupideces, la ambición, el egoísmo y la soberbia del género humano han orillado intervenciones cíclicas, devastaciones, cataclismos, para depurar la conducta de las civilizaciones. Las múltiples admoniciones en las predicciones sumerias, mayas, cobran fuerza y actualidad: hemos perturbado el desarrollo y la expansión universal. El mundo no tiene tiempo que esperar: o salvamos la tierra y nos salvamos, o somos expulsados como especie para dar paso a otra forma de vida.
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