Más allá de su evidente complejidad formal y denotativa, el género gramatical presenta en español una indiscutible unidad semántico-formal, que permite explicar de forma más o menos coherente la mencionada dispersión referencial, como han intentado explicar ya lingüistas europeos de la talla de un L. Hjelmslev y de un B. Pottier. Para nosotros, se trata concretamente de una oposición semántico-formal de punto de vista respecto de la sustancia que se encuentra en la base del sustantivo que acompaña. De un lado, el llamado género masculino orienta la sustancia hacia dentro, presentándola como lo que es en sí misma y por sí misma, sin ninguna relación con algo ajeno a ella. De otro, el llamado género femenino orienta la sustancia hacia fuera, presentándola en relación con algún hecho circunstancial a ella.