Esta escritura que en su momento fue un intento de bordear el movimiento intrépido de la violencia bajo la forma del homicidio, logró descifrar en el Rostro esa resistencia ética del No matarás , pantalla protectora de quien se encuentra indefenso y expuesto a la violencia desmesurada de ese Otro que se dice llamar Razón de Estado (policía, ejército, etc.) o Máquina de Guerra (guerrilla, paramilitar, delincuencia común). Este texto constituye ciertamente una tensión casi desaforada entre los dos polos de la violencia: una razón de Estado que se atribuye el monopolio de la violencia legítima, y una máquina de guerra que deviene degradación de ésta; el problema emerge cuando esta última se apropia de la razón de Estado, y sobreviene Estado canalla que termina por liquidar su propia razón de ser, hasta desaparecer en un estado casi de suicidio autoperpetuado. Estas paradojas de la razón de Estado se domestican en la sociedad disciplinada, donde siempre se activa esa función de policía del orden, aunque ello no garantice la ausencia de amenaza real de violencia, incluso, el homicidio.