Aquellos que se han entregado sin límite a los placeres del mundo, en el momento de la muerte serán como un hombre que se ha atiborrado hasta el borde de deliciosas comidas de las que se ha apoderado y las vomita allí mismo. Lo delicioso de la comida ha desaparecido, pero la desgracia permanece. La abundancia de las posesiones que han disfrutado en forma de jardines, esclavos y esclavas, oro, plata, caballos, coches, jeeps, yatches, mansiones, palacios y vacaciones, etc. El Profeta (saws) dijo "ya no se puede mezclar (es decir, beber y cenar) con el mundo sin contaminarse con él, y tampoco se puede entrar en el agua sin mojarse".
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