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El cacao ha sido uno de los productos más estudiados por la historiografía para entender las sociedades precolombinas establecidas en Mesoamérica. Desde el conocimiento por parte de los europeos de la planta de cacao en 1502, su fruto se convertirá en uno de los productos más demandados por la población novohispana desde el siglo XVI y cuya demanda continuará creciendo durante el siglo XVIII, coincidiendo con la irrupción del gran mercado europeo y la posterior libertad de comercio. Tras la drástica disminución de la producción cacaotera de Nueva España, los territorios de Venezuela y Guayaquil iniciarán a partir del siglo XVIII una pugna por asegurarse una posición en el mercado novohispano como grandes productores de cacao, en una época caracterizada por el monopolio comercial concedido a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, las restricciones del comercio intercolonial y el contrabando que aliviaba los problemas de dichas prohibiciones.