Studienarbeit aus dem Jahr 2008 im Fachbereich Romanistik - Lateinamerikanische Philologie, Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, Sprache: Deutsch, Abstract: Tras la revolución francesa la asociación entre lengua y nación llegó a convertirse en un lugar común del pensamiento de la época. El idioma pasó a ocupar un lugar central en la definición de la identidad de una nación, y su consideración variaba entre un carácter instrumental ("Organ der Nationenbildung") como vehículo ideológico de la unidad, cuando no se consideraba directamente como símbolo de una comunidad y expresión de su espíritu singular, con lo cual la lengua era elevada al rango de criterio decisivo en la definición de una nación. Con la expansión napoleónica el discurso nacionalista de la lengua toma también carácter emancipatorio y se politiza. La lengua definía la pertenencia a una nación y la existencia de una nación era la base para la formación de un estado independiente y soberano. Los intelectuales americanos van a adherir con entusiasmo a estas ideas del Romanticismo europeo y a adaptarlas a la realidad del nuevo continente. En el caso particular de Chile y los países del Río de la Plata la lengua toma también un lugar central en el pensamiento de quienes plantean la organización estatal que tras la independencia se impone como tarea a las nuevas repúblicas. El proceso de unificación nacional y construcción de un estado implicaba la homogeneización de sus ciudadanos, es decir, la reducción al mínimo de sus diferencias internas y el sacrificio de particularidades individuales en aras de un colectivo. Este mismo proceso homogeneizador encontrará un desarrollo análogo en el campo de la lengua, cuando en las nuevas repúblicas se intente establecer una nueva norma lingüística de validez nacional.
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