El ombudsman, nació como una figura de confianza, de buena fe y de eficacia. Su existencia y vigencia en diversos grupos sociales, ha perdido el rumbo y su objetivo esencial, con deterioro y deformación, conducido a su actual estado de ineficiencia; situación hoy, del dominio mundial. Alejada su actuación, del significado y dimensión de los Derechos Humanos; a pesar de su súper infraestructura en todo el mundo. Dejamos al lector que discierna al respecto y, se responda, si las instituciones denominadas defensoras de los Derechos Humanos, son eso; o, simples tramitadoras administrativas o cuasi jurisdiccionales, de violaciones flagrantes de esos Derechos; entes, convertidas en una maquinaria burocrática; con recomendaciones y sentencias, explicablemente no acatadas y anuladas por los gobiernos de los Estados, cuya responsabilidad plena, hipocritamente, no aceptan con honestidad. Los propios informes de estas instituciones, nos muestran la pobreza de sus intervenciones, ante la creciente impunidad, la deficiente actuación de autoridades administrativas y judiciales internas; y, la carencia de fuerza legal de las recomendaciones y sentencias de los organismos existentes.
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