Oriente es para Darío un objeto "deseado", de modo que su deseo, como falta de objeto, se dirige hacia una meta en cierto modo inalcanzable y, como sabemos, inalcanzada, ya que Darío-a diferencia de otros modernistas-nunca pudo viajar a esa región, la cual permanecerá en él imaginada, es decir, abastecida por los estereotipos y los textos provistos por el Otro, especialmente europeo. Sin embargo, Darío dice sufrir "nostalgia de lo desconocido", con lo cual abre su hermosa frase a otra dimensión interpretativa. Darío posiciona el Oriente como un objeto perdido, que da origen a un duelo por la pérdida de un objeto amado, lo cual no deja de ser, en el caso del Oriente, una paradoja porque nunca lo tuvo; y por otra parte, no deja de insinuar que el Oriente es también su propia patria. Desde la perspectiva lacaniana, lo perdido del deseo es justamente aquello que lo causa y que el deseo busca; es el objeto perdido que ha sido prohibido en el pasaje de lo imaginario a lo simbólico: la Madre.
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