La Internacional Comunista dirigida por Willi Münzenberg, de 1919 a 1940, orientó sutilemente a los intelectuales, a un nivel desconocido hasta entonces, hacía la esfera sovietica. El deseo de una utopía que superase los viejos valores fué el arma que le daría su control. La solidaridad, los deseos de paz y la oposición a la guerra y al fascismo fueron utilizados para que los inocentes trabajasen en aras de los intereses de la Unión Sovietica. Esta situación propició que, en plena Guerra Fría, los Servicios de Inteligencia estadounidenses y británicos desarrolarán una campaña secreta de propaganda política y cultural. La clave de bóveda, para ganar la batalla de las conciencias, fué el Congreso por la Libertad Cultural, en su esfuerzo por contener la influencia sovietica sobre la Europa de la segunda postguerra terminaron creando una ideología política gracias a un gran número de intelectuales, provenientes muchos de ellos de la propia Internacional Comunista, cuya ala más dura terminará conformando el movimiento Neoconservador.