Durante siglos, la pobreza ha sido un vasto problema en todo el mundo y hay pocos indicios de que se vaya a resolver en este siglo XXI. Las raíces políticas e históricas de Sudáfrica hacen que la pobreza sea endémica y esté entretejida en el tejido mismo de la economía sudafricana. Desde los albores de la nueva dispensación democrática, el Gobierno de Sudáfrica, como parte de sus esfuerzos por reducir la pobreza, ha desarrollado políticas encaminadas a su reducción. Primero fue la Política de Reconstrucción y Desarrollo (RDP), seguida de una nueva estrategia macroeconómica: la Política de Crecimiento, Empleo y Redistribución (GEAR), y la Iniciativa de Crecimiento Acelerado y Compartido para Sudáfrica (ASGISA). A pesar de todos estos esfuerzos realizados por el Gobierno y otras partes interesadas, los avances son modestos y la pobreza generalizada sigue siendo evidente. Los niveles de desigualdad en Sudáfrica siguen siendo inaceptablemente altos y, según los informes, se encuentran entre los más altos del mundo. Entre todos los interesados existe un creciente reconocimiento de que la pobreza es un enfoque multidimensional y polifacético que requiere un esfuerzo múltiple por parte de una serie de interesados, incluidos el Gobierno y el sector privado, para reducirla.
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