El placer es una experiencia tan íntima, personal y privada que nadie está dispuesto a dejarse educar en él ¿Qué lección podría darnos el vetusto y aburrido Platón, máxime si fue un filósofo tan despegado de la materia? La sorpresa no será minúscula al descubrir que el placer es algo distinto a terminar con el dolor, diferente a satisfacer una necesidad y diverso al cumplimiento de los deseos. Que el placer es más que éxtasis, pasión o intensidad y que, incluso, la vida moral y hasta monacal- pueden ser tan placenteras como la vida sexual, de diversión, de deportes, de paseo o de compras. Si a usted le sonroja hacer público cuál es su placer favorito, Platón le enseñará en esta lección que sus placeres son éticamente buenos. Si no se apena de sus placeres, Platón le explicará porque debe cultivarlos y resguardarlos del vulgo. Las razones son sencillas, pero muy poderosas: ampliar la duración e incrementar la intensidad del goce es deseo de todos. Además Platón nos enseñará que los placeres pueden incluirse en la normatividad social y la plena legalidad. Pues contrario a lo que se piensa, el placer no es opuesto a las tradiciones, las costumbres o las buenas leyes.