SÓCRATES. ¿En verdad, te estoy sumamente reconocido, Teodoro, por haberme puesto en relación con Teeteto, así como con el extranjero. TEODORO: ¿¿Y quién sabe, Sócrates, si me deberás tres veces más reconocimiento, cuando te hayan explicado la política y la filosofía? SÓCRATES. ¿Perfectamente, mi querido Teodoro; pero ¿es ese el lenguaje que corresponde a un hombre, que sobresale en el cálculo y en la geometría? TEODORO. ¿¿Qué quieres decir con eso, Sócrates? SÓCRATES. ¿¿Qué? Que pones en igual lugar a dos hombres, que difieren por su mérito mucho más allá de las proporciones conocidas en nuestro arte. TEODORO. ¿Muy bien, Sócrates, ¡por nuestro Dios, por Ammón! Con razón y con justicia me echas en cara una falta de cálculo; pero tranquilízate, porque día vendrá en que tome yo mi desquite. Con respecto a ti, ¡oh, extranjero!, no te esfuerces en nuestro obsequio, y ya prefieras hablar de política o de filosofía, escoge inmediatamente y prosigue tu discurso. EXTRANJERO. ¿Eso es, en efecto, Teodoro, lo que conviene hacer. Puesto que hemos puesto manos a la obra, no debemos detenernos hasta no haber llegado al término de nuestras indagaciones. Pero en cuanto a Teeteto que está presente, ¿cómo me conduciré con él? TEODORO. ¿¿Qué quieres decir con eso? EXTRANJERO. ¿¿Le dejaremos descansar, y pondremos en su lugar a este apreciable Sócrates, su compañero de ejercicios? ¿O eres tú de otra opinión?
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