La pulsera electrónica tiene el tamaño de un gran reloj de submarinismo, y la mayoría opta por una correa para el tobillo. En aras de la discreción, las mujeres abandonan los vestidos y las faldas y los hombres los pantalones cortos. En casa, se necesita una línea telefónica para instalar la caja que permitirá vigilarlos. Y para cada día de su condena, están sujetos al horario establecido en la orden del juez. Durante la semana, deben trabajar, dormir e ir al trabajo; los sábados y domingos, en la mayoría de los casos, disponen de tres horas para salir de casa.En Francia, la pulsera electrónica está destinada a los condenados a menos de un año, a los presos a los que les queda menos de un año de condena y, desde junio de 2000, a algunos presos preventivos. "Es una medida estática: hay que estar en casa a determinadas horas. Por tanto, no implica un seguimiento de los movimientos de la persona", subraya Sylvie Marion, jefa del departamento de "integración y libertad condicional".
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