Se relata que un principal llamado Xuchcatl visitó al principal de otro pueblo llamado Tlalcozautitlán sujeto a la doctrina de Chilapa, en dicha embajada le hacía saber que el demonio reclamaba por haberle dejado de adorar y haberse convertido al cristianismo, además que no estaba solo porque los de Tlaxcala y Teuhtlalco le ofrecían sacrificios y que los de Olinalá le seguían adorando en un cerro muy alto al que llamaban Quauhnazcatitlán y que si le enviaba a visitar era más por amor que por necesidad. También el embajador le había dicho que al cacique de Tlapa que no hacía mucho que había muerto (caso anterior), él mismo lo mató solo por haberse convertido al cristianismo y que lo mismo le pudo haber pasado a él por misma culpa, pero ahora le pedía su amistad y servicio, de lo contrario haría lo mismo con él como le hizo al cacique de Tlapa. El principal de Tlalcozautitlán, seguro de su fe cristiana, tiró al suelo a Xuchcatl, lo golpeó y mandó que lo ataran de piés y manos para posteriormente atarlo a un palo o picota que era muy común en las costumbres nativas para castigar a los delincuentes, puso guardias para que lo velaran hasta otro día para que lo llevaran ante el prior.