Para restaurar a un hermano caído necesitamos fe en Dios que es a la vez audaz y humilde. La audacia y la humildad pueden parecer antitéticas, pero no lo son. Comprenden la cualidad bíblica de la mansedumbre o la gentileza. Normalmente pensamos que la mansedumbre es una debilidad, pero la mansedumbre bíblica es la fuerza bajo control. Una persona mansa es fuerte, pero sumisa al Señor. Es como un caballo poderoso pero bien entrenado, que puede ir a la batalla, pero es tan sensible y sumiso que se detendrá o se girará al menor empujón de su amo. Tal humilde audacia es un fruto del Espíritu que marca a la persona piadosa. Abram tenía esa clase de fe audaz y humilde en Dios. En el capítulo 13, se rindió humildemente a Lot y le dio la primera elección de la tierra. Cuando Lot eligió la tierra más fértil y luego fue llevado cautivo, Abram no dijo, "¡Le está bien empleado!" Atrevidamente fue y rescató a Lot. Luego se inclinó humildemente ante Melquisedec pero se resistió audazmente a la oferta del rey de Sodoma. Sabía cuándo ser audaz y cuándo ceder. La fe audaz va a la batalla para restaurar a un hermano caído (14:1- 16).La preparación es la clave para rescatar a un hermano caído.
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