Descubrir el Reino, ya presente entre nosotros, y su fuerza transformadora, parece ser la invitación central que nos hace Jesús en el Evangelio. Esta invitación a convertirnos se pierde, desgraciadamente, en la maraña de creencias, normas y ritos en que se ha convertido a la religión. Además se ha espiritualizado el mensaje, sacándole fuerza y atractivo. Parecería que Jesús se está refiriendo siempre al "más allá", en vez de invitarnos a transformar la realidad que nos toca aquí y ahora. En estas reflexiones intento rescatar este mensaje, concreto y personal, que excede al cristianismo y que es tan actual y necesario hoy, como en el siglo I. Volver a encontrarnos con el Dios de Jesús, un Dios presente en toda la Creación, que trabaja incansable y amorosamente para llevarla a su plenitud, respetando sus leyes naturales y la libertad humana, es el gran desafío si queremos convertir al mundo en Reino. Seguir con una imagen de Dios que está fuera de nosotros y que desde allí interviene o deja de intervenir, resulta anacrónica y muy difícil de creer. Y lo más grave es que nos exime de la responsabilidad que nos toca en la tarea como discípulos de Jesús.