En la propuesta de la Filosofía Política de Hobbes constatamos que la naturaleza humana no sólo es mala, sino que está dotada de pasiones y necesidades y el hombre nace naturalmente libre y con derecho a todos los bienes posibles. El problema se presenta en la disputa con otros hombres, igualmente libres y también en la disputa por los mismos bienes, he aquí la barbarie y la guerra. Aquí los propios habitantes constatan que es necesario el acuerdo -la concordia-, aunque sea discordante, para la supervivencia. El miedo es el elemento fundamental que lleva a los hombres a establecer el acuerdo con otros hombres para evitar que la barbarie, la tragedia y el flagelo sean la regla interminable. Aquí tenemos que la parte de la libertad se delega al soberano y se le delega la fuerza para la Salus Populi y el uso de la espada. El soberano que se origina en el colectivo de individuos es el resultado de estos, pero no ha pactado con ellos. Es una entidad secundaria, artificial, personificada, que será el actor en la arena internacional -o inter-nacional- con otros estados personificados. Aquí tenemos la vuelta al estado de naturaleza en su forma original, ya que todos son iguales y tienen derecho a todo y la línea que impide la agresión y las disputas directas entre Estados es muy delgada.
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