En el colegio todos la pasábamos muy bien, hasta que un día Eduardo, uno de nuestros compañeros, sufrió un terrible accidente que cambiaría su vida para siempre. Era una tarde, salíamos de estudiar y sin darse cuenta Eduardo fue arrollado por un automóvil que lo dejó tendido en el suelo, sin conocimiento y echando sangre por la cabeza. Todos sus compañeros presenciamos el accidente y entre gritos y ruido llamamos la atención del conductor quien sin pensarlo dos veces se bajó del vehículo para socorrer al chico. Al verlo inconsciente lo llevó al hospital donde lo internaron para hacerle exámenes y chequeos para diagnosticar cuál parte del cerebro había sufrido tras el fuerte golpe recibido. Pasaron los días y Eduardo no volvía, hasta que una mañana, tres meses después, lo vimos aparecer, pero ya no era el mismo. Felices lo acogimos de nuevo esperando que todo fuera igual, pero desde ese momento muchas cosas cambiaron en la vida de Eduardo. Tendría doce años y antes del accidente su inteligencia era impresionante, mas tras su regreso se mostraba diferente, retraído y poco comunicativo. Comenzaron a suceder cosas sin explicación en la comunidad, como la aparición de dos jóvenes violadas y estrangulas, muertes que se asociaron a él por su nueva forma de preceder. Tras comprobar su culpabilidad en los hechos lo internaron de nuevo ya que los médicos deseaban saber qué le había sucedido y cómo debían proceder, pero tras sus huidas poco podían hacer. Pasaron los años y no volví a verlo, pero supe su historia y esa es la que cuento en este libro cargado del misterio que trae consigo una historia de dolor y de muerte. Era el año 1948, yo tendría entre catorce y quince años de edad.
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