Ver los rasguños en el cuello del joven, cuatro líneas ensangrentadas que podía visualizar con el brillo tenue de la luna fue demasiado para Ella. Sabía que había muerto, pero no lo aceptaba. Esa escena fue suficiente para olvidar las voces que había escuchado en su cabeza. De repente todo en su entorno desapareció... Sintió como el zarpazo le había atravesado los pulmones y el corazón. Minutos más tarde vio su propio cuerpo encima del de Ricardo. El cuerpo de él estaba hermoso, masculino, quieto, inmutable, pero tenía aquellas cuatro líneas marcadas en el cuello. Le dolió en su corazón... Desde su otro cuerpo que levitaba miró aquello que les había dado muerte, sus ojos de brasa se clavaron en ella y dejó mostrar su hilera de dientes blancos y afilados sobre sus labios gruesos y rojos como la sangre. -Susana... -La voz era de un verdadero monstruo, de eso no le quedó la menor duda y despertó de aquella premonición onírica.
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