MÚSICA (Dentro.) Pues es día de contento de placer y de alegría, regocíjese la tierra, que el cielo se regocija, y gócese el día al ver que la tierra y el cielo compitan lloviendo favores, finezas y dichas. Abra la infausta boca del lóbrego bostezo de esta roca y arrójeme violento el pálido suspiro de su aliento hoy del Alpe a las ásperas montañas abortado embrión de sus entrañas, y pues terror de aquestos horizontes el bronce de la fama me disfama cuando bruto monarca de sus montes, rugiente león me llama, suene a verdad el bronce de la fama, no habiendo, aunque más vele, quien no llore ver al león buscando a quien devore, mayormente este día que de sus moradores la fe pía, como si en días hubiera diferencia, de día de Dios le da por excelencia el nombre, y a honra suya y pena mía católica concurre su alegría a ese desierto templo que entre sus erizados riscos yace. Mas ¿qué mucho, si nace de su monarca el culto, que a su ejemplo haga el vasallo lo que el dueño hace? Y pues en él contemplo nuevo austral enemigo hoy he de ver si perturbar consigo su devoción valiéndome en su ultraje también yo de mi bruto vasallaje. ¡Oh, tú, que en los verdores ya de las selvas, ya de los jardines, bandido monstruo asaltas sus confines brindando con equívocos colores en la adelfa lo dulce del veneno y lo amargo del tósigo en las flores, tú que al conjuro cautelando errores, aun más de astucias que de sañas lleno, conservas defendido de la tierra y la cola aquel sentido que el paso a la voz cierra, DEMONIO Abra la infausta boca del lóbrego bostezo de esta roca y arrójeme violento el pálido suspiro de su aliento hoy del Alpe a las ásperas montañas abortado embrión de sus entrañas, y pues terror de aquestos horizontes el bronce de la fama me disfama cuando bruto monarca de sus montes, rugiente león me llama, suene a verdad el bronce de la fama, no habiendo, aunque más vele, quien no llore ver al león buscando a quien devore, mayormente este día que de sus moradores la fe pía, como si en días hubiera diferencia, de día de Dios le da por excelencia el nombre, y a honra suya y pena mía católica concurre su alegría a ese desierto templo que entre sus erizados riscos yace. Mas ¿qué mucho, si nace de su monarca el culto, que a su ejemplo haga el vasallo lo que el dueño hace? Y pues en él contemplo nuevo austral enemigo hoy he de ver si perturbar consigo su devoción valiéndome en su ultraje también yo de mi bruto vasallaje. ¡Oh, tú, que en los verdores ya de las selvas, ya de los jardines, bandido monstruo asaltas sus confines brindando con equívocos colores en la adelfa lo dulce del veneno y lo amargo del tósigo en las flores, tú que al conjuro cautelando errores, aun más de astucias que de sañas lleno, conservas defendido de la tierra y la cola aquel sentido que el paso a la voz cierra, pues de un oído es la sordez la tierra y la cola sordez del otro oído, tú, en fin, que el escondido áspid de aquel primer vergel eres...
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