Hace tanto tiempo que se desea conocer lo que haya de cierto en los singulares acontecimientos ocurridos al señor de Balantry, que la curiosidad pública dará una magnífica acogida a este relato. Yo, que estuve íntimamente ligado a la historia de esta distinguida casa durante los últimos años, soy quizá quien se halla en más ventajosa situación para relatar con fidelidad de historiador cuanto sucedió. También soy quien, con más imparcialidad, puede juzgar los diferentes y complejos aspectos de cuantos personajes intervinieron en dichos sucesos. Traté al señor de Balantry y conocí muchos aspectos secretos de su vida, poseo además algunos fragmentos de sus memorias; fui casi su único acompañante en su último viaje, formando parte de aquella angustiosa invernal de la que tanto se habló, y, finalmente, presencié su muerte. En cuanto al difunto Lord Durrisdeer, a quien serví fielmente durante treinta años, a medida que le fui conociendo íntimamente, más creció mi afecto por él. En resumen: no quiero que desaparezcan tantos testimonios y considero que es mi deber contar la historia acerca de milord. De este modo, pagada mi deuda, confío que mis últimos años transcurrirán más tranquilos y mi canosa cabeza podrá descansar con mayor sosiego sobre la almohada. Los Duries de Durrisdeer y de Balantry pertenecían desde los viejos tiempos del monarca David a una digna familia del sudoeste. De la antigüedad de su estirpe son testigos los versos que aún circulan por la comarca: Los Durrisdeer son gentes puntillosas, con muchas lanzas a caballo montan. Igualmente, el nombre que se cita en la segunda estrofa ha sido referido por algunos a los acontecimientos de este relato. Dos Duries en Durrisdeer, uno para enjaezar y otro para cabalgar.
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