Un ejercicio de pura supervivencia.El grito y la rabia que se aprende a contener pero que no deja de ser siempre el animal que rompe la puerta de hierro, el ángel negro que recibe, recibe y recibe pero tiene a su vez, debido a los golpes recibidos, la capacidad de reflexión y reacción.Destacaría como arma, la pasión por la lectura, y de ahí, el mapeo de ideas desde niño; pensar es la impronta, la herramienta básica. Lo que sucede en la historia transmite rabia e impotencia al testigo lector. Hay personajes que potencian esa sensación y gestan el impulso de intervenir.También deja una sensación de vitalismo y de esperanza a pesar de que la muerte y la desolación están presentes en la obra. No sólo la muerte del cuerpo sino de algo menos tangible: almas muertas y valores sociales que se tambalean, la muerte del alma, de la humanidad, del niño.La muerte del mundo donde el protagonista se forja y lo convierte en un ser de no retorno; no se puede volver cuando se dan ciertos pasos.Juan C. González Caballero
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