El texto se inspira en la insatisfacción pertinaz de un practicante frente al real de su clínica. Está atento al fracaso de las curas. ¿Cuál es nuestra impericia? ¿Nuestro método sigue siendo demasiado errático? ¿Subsiste por fracasar ? ¿Hasta cuando? Se trasunta la premisa de que la clínica no es la lección del Maestro, porque él se lleva a la tumba todos sus secretos (como lo hizo Van Eyck con sus colores enigmáticos). La enseñanza, por lo demás, casi siempre toma por un rumbo esotérico (como la de Pitágoras). El puñado de elegidos cabecea de orgullo y de estulticia. Lo fastidioso de este asunto es que todo lo que era del Maestro, ahora suele ser dogma y militancia por parte de sus alumnos. Este es el único real para ellos, no la clínica... Nuestro esfuerzo intenta expropiar al Maestro de sí mismo para devolverlo al mundo. La posibilidad de enseñanza de la clínica se funda en una relación con el Otro (teórico) que se supone vaciado de la instancia oracular que podría habitarlo.En eso consiste este intento... Sus efectos en nosotros no se hacen esperar.