Desde que el cine dejó de ser un espectáculo ambulante hasta que inició su declive las productoras y las distribuidoras se esforzaron por promocionar cada uno de los estrenos siguiendo el camino abierto por el teatro. Las marquesinas y los carteles fueron un reclamo muy efectivo pero los programas, también llamados folletos o prospectos, permitían llevarte el sueño a tu casa, lo cual los hacía muy coleccionables. Esta es la historia de un niño que creció en una sala de cine y que coleccionaba prospectos para soñar.
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