Y en cada ataque que recibía, la rabia hacía que sacara fuerzas de flaqueza, pues sabía lo que se estaban jugando: la salvación o la agonía eterna. Por eso cada vez que tenía que responder, dejaba hasta la última gota de su sangre y su sudor para defender lo que le habían ordenado. Nadie iba a pasar por allí, así tuviera que regar sus entrañas en el campo de batalla. Lea más para conocer cómo se libran las batallas celestiales, para defender "El Tercer Cielo". Una lucha sin cuartel entre las fuerzas demoníacas y celestiales, en donde los ángeles quedan prendados de los humanos y corren el riesgo de caer en los lazos del enemigo.
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