En el territorio la Comunidad Negra en Colombia construyó un espacio social, con unas lógicas de apropiación que dan cuenta de la interacción permanente con su hábitat, al cual se le escucha y obedece mediante la comprensión de las energías que de él provienen. Así se constituye en una unidad territorial la relación ser humano-naturaleza, que se expresa en unas prácticas productivas tradicionales regidas por un conjunto de creencias, un código ético y una ritualidad. El acercamiento a esta relación con su mundo simbólico, desde la concepción de las propias comunidades, se constituye en un desafío a abordar en el tema de la biodiversidad, teniendo como referente el territorio como fuente de cultura.